J. Blasco le propone una “adivina, adivinanza…”
Si tú eres yo cuando tú hablas, y yo soy tú cuando hablas tú,
¿Quien soy yo? ¿Quien eres tú?
Tú y yo, el mismo siempre, mientras
tú no te empeñes en ser tú,
y yo mismo en ser yo y solo yo.
Para Mateo y Elena.